1 de julio de 2010

Las canciones de M. E. Walsh

María Elena Walsh tiene unas canciones maravillosas para niños (¡y adultos!).
Podemos hacernos una idea visitando los vídeos con dibujos animados en "youtube".
En mi opinión, son las canciones con las que todos deberíamos haber crecido; letras inteligentes y poéticas (en absoluto ñoñas), y música sencilla que nos engancha a todos.
Ante el bombardeo de la música comercial pensada para los jóvenes, que en muchas ocasiones es muy pobre y poco adecuada, las canciones de M. E. Walsh son una opción muy acertada.

22 de abril de 2010

Estimulación Musical (0 - 3 años)

Cuando una persona descubre que existen clases de música para bebés, lo primero que se pregunta es: “¿Se puede enseñar música a niños tan pequeños? ¿Qué es lo que hacen? Eso es imposible.” Otros pueden pensar que se trata simplemente de pasar un rato agradable con el bebé y poco más.

Vivimos en una sociedad que da mucho valor al aspecto intelectual. Todo padre se preocupa si su hijo va mal en matemáticas o en ciencias, si no domina más idiomas... y es normal. Pero no hay que olvidar el cultivo de otros aspectos de la persona menos tangibles; es cierto que tener un buen CV y hablar idiomas te abre las puertas del mundo profesional, pero la vida de una persona no sólo se reduce a eso. Gozar con la música, estar bien nutrido de buenas experiencias musicales nos alimenta, nos hace más humanos, más sensibles, más cultivados.

La Educación Musical no busca únicamente formar futuros profesionales o buenos intérpretes de un instrumento. Esta formación no sólo está pensada para despertar desde bebés cualidades musicales para que el día de mañana tengan éxito en los escenarios. Se trata utilizar la música en la formación integral de la persona. La mayoría no tocarán un instrumento de maravilla, no importa; lo verdaderamente importante, es que la música nos acompañe toda la vida, que sea una parte esencial en nuestra formación como personas, no sólo como músicos. Cuántas veces nos sorprendemos de muchos aficionados que demuestran mucho más interés y pasión por la música que algunos profesionales, que ven en ella únicamente un modo de vida. Para mí, lo fundamental no es el grado de virtuosismo alcanzado, o los grandes escenarios en los que se ha tocado; hay personas para las que no tiene sentido implicarse si no se va a conseguir un resultado “de alto nivel”. Lo esencial es que la música forme parte de tu vida, sea como profesional, como amateur, como participante de un coro o simplemente como público de las salas de concierto.

Después de esta introducción, volvamos al tema que nos ocupa; el bebé desarrolla la audición a partir del quinto mes de embarazo, siendo la música muy relajante para él y para su madre, la cual también puede escuchar música antes del quinto mes, ya que trasmitirá su bienestar al feto.

Los primeros años de vida son fundamentales en el desarrollo de una persona; todo lo que podamos hacer para que los niños crezcan llenos de experiencias positivas y sanas, en este caso a través de la música, les beneficiará enormemente.

La clase de música es un excelente vehículo de comunicación entre padres e hijos. Constituye un espacio y un tiempo en el que el padre o la madre y el bebé realizan juntos una actividad muy gratificante para ambos y en el que se desarrolla una comunicación muy intensa. Para mí, éste es un aspecto fundamental, que va más allá de la estimulación temprana: es una forma de expresar cariño al bebé. Es muy gratificante ver las caritas de unos bebés contentos, ansiosos por coger y manipular los instrumentos de la clase, jugando encima de sus padres o tumbados en la colchoneta. Creo que dedicarse este tiempo es el mejor regalo que podemos hacer a nuestro hijo.

Durante las clases se llevan a cabo una serie de actividades de estimulación musical que promueven e impulsan su desarrollo intelectual, auditivo, sensorial, del habla y motor. El bebé, al nacer, tiene un comportamiento reflejo e involuntario que irá modificando con los juegos de estimulación, conociendo y explorando los objetos con los que se puede hacer música. Descubren y viven con su cuerpo las cualidades del sonido (altura, duración, intensidad y timbre) mientras trabajamos la audición, el sentido rítmico, las canciones y el movimiento.

Los niños imitan, deciden observar o hacerlo a su manera hasta que un día se arrancan a cantar y a moverse. Se aprende a través de los padres, que son los modelos a imitar y con quienes tiene un fuerte apego. No hay que preocuparse si el niño no hace nada y mantiene una actitud pasiva en la clase. Son esponjas que absorben todo, aún cuando creemos que están distraídos. Es normal ver como en clase no participan gran cosa y en casa balbucea las canciones o imita los gestos y movimientos hechos anteriormente. Por eso no se debe forzar al niño durante la clase a hacer las cosas, él mismo decidirá cuándo participar.

[Tuve una experiencia con una niña de dos años, que durante dos cursos consecutivos se negaba a separarse de su madre, aún estando ella dentro del aula. La madre jamás se separaba de ella, y Sara nunca participaba en ninguna de las actividades ni tampoco tocaba ninguno de los instrumentos que yo le ofrecía. Lo sorprendente es que su madre me contaba cómo en casa jugaba y cantaba todas las canciones con ella sin ningún problema y cómo la niña pedía asistir a las clases. Durante dos cursos, nunca oí hablar a Sara. Un buen día, decidió venir sola, esperando su madre fuera del aula. Hoy tiene ocho años, es una alumna estupenda de lenguaje musical, y participa activamente en todas las actividades que se proponen. De hecho, baraja la posibilidad de presentarse a las pruebas del conservatorio.]

Este es un claro ejemplo de cómo influye la clase de música en el niño, (aún pensando desde fuera que está ausente) y de cómo no hay que obligarle hasta que no se sienta seguro.

La participación del padre o de la madre es fundamental en la clase. El adulto no puede limitarse a acompañar al bebé y sentarse a parte para leer el periódico o para ocuparse de sus asuntos. Ha de implicarse activamente con su hijo, cogerlo, cantar con él, moverse, aprender los juegos y las canciones. Como es lógico, muchos padres comienzan las clases con cierto temor, debido a la vergüenza de tener que hacer todo eso. Nunca fuerzo en las clases a cantar, ni tampoco tienen que hacer bailes exagerados. Poco a poco, los adultos se sueltan a medida que en el grupo se genera un clima de confianza. Lo importante no es cantar bien o saberse todos los juegos y movimientos de memoria. Lo verdaderamente importante es implicarse con su hijo.

La madre de una niña que empezó con dos años y medio, comenta lo siguiente: "Sofía participa, toca, canta e inventa sus propias melodías y ritmos. Valoro mucho esta experiencia aunque no persigo ningún resultado visible ni concreto a corto plazo. ¿Qué cambios he observado a lo largo de estos meses? He tomado conciencia de que hay un mejor entendimiento entre Sofía y yo; hay una armonía en nuestra relación ya que nuestra comunicación ha mejorado muchísimo. Si la comunicación no verbal fuera como un baile, seria como si mis pasos encajaran con los de ella; resolvemos las situaciones mucho mejor. Se nota que nos dedicamos un rato a nosotras mismas dos veces por semana.

Tiene más control sobre su cuerpo y más conciencia de él, ya que adaptar sus movimientos a la música ha sido un excelente ejercicio para ella. También he percibido que su actividad mental se ha visto estimulada.

En cuanto a la sensibilidad ante las diferentes músicas que oye a lo largo del día, he podido observar algunos aspectos: un día, se soltó de mi mano y fue hacia la radio ya que sonaba un lied alemán, y se quedó bailando hasta que terminó. En otra ocasión, era la Música Acuática de Haendel lo que sonaba y tuve que quitar la música pues no quería comer. Cuando oye música clásica en algún spot publicitario, se para, mira y escucha muy callada hasta que termina. Esto no le ocurre con toda la música, especialmente si es muy simple, ni con todos los anuncios.

En su cumpleaños, le regalamos, entre muchas más cosas, un teclado de juguete. Cuando lo vió, se puso a dar gritos y a tocarlo emocionadísima. De hecho, quiso llevarlo un día a clase para enseñárselo al profesor.

En definitiva, no se cuánto y de qué manera ha influido su participación (en las clases de música) en todo lo que he relatado, pero sospecho que nada habría sido igual de no haber acudido a las clases. También he notado que supone una terapia para mí misma. No pretendo que desarrolle destrezas o habilidades musicales (lo cual me encantaría), sino que la música estimule su sensibilidad y su creatividad, y que le ayude a desarrollar sus posibilidades corporales. ¿Sería Sofía la misma de no haber acudido a las clases? Sospecho que no."

¿Cómo se desarrolla una clase de música con niños de 0 a 3 años?

Voy a centrarme en mi propia experiencia; cada persona es diferente y por lo tanto no vamos a encontrar dos formas de dar clase iguales, aunque sí parecidas. Yo imparto las clases de Estimulación Musical en E.M.M. de Villa del Prado (Madrid), en la que llevo varios años dando clases de Música y Movimiento a edades mas tempranas cada vez. Formar este grupo no ha sido nada fácil, debido a que no se consigue concienciar a los padres en poco tiempo y a que los horarios no siempre convienen a todo el mundo. En años anteriores, los niños que venían a Música y Movimiento, estaban acompañados de sus hermanitos bebés, que miraban atónitos la clase en brazos de sus papás. Afortunadamente, ya cuentan con un espacio y un tiempo dedicado a ellos.

Lo ideal seria diferenciar los grupos por edades: a partir de seis meses, un año, dos años y tres años. Pero de momento eso no es posible, y aunque no sea la mejor solución, no me ha quedado más remedio que hacer un grupito con niños de edades muy dispares desde los seis meses hasta los dos años y medio. No obstante, con un poco de paciencia y de colaboración por parte de los padres, se puede llevar a cabo un buen trabajo.

Nos vemos dos veces por semana. La duración de la clase depende de muchos factores, no siempre se pueden hacer determinadas actividades. Con un grupo reducido, media hora es suficiente, aunque yo dejo tres cuartos de hora ya que en muchas ocasiones me puedo extender más.

El aula es diáfana, amplia, y cuenta con unas sillitas pequeñas en un lado de la clase, un armario y un piano. Antes de empezar, coloco una colchoneta en el centro y unas sillitas. Alrededor de la colchoneta y de las sillas, hay mucho espacio para moverse. Si el bebé no camina todavía, permanece sentado encima de la madre, de lo contrario, se sienta al lado del adulto, lo cual de da mucha seguridad. El niño está al principio ante un espacio y un profesor desconocido, por lo que no es de extrañar que se resista a entrar o a participar. Se puede hacer todo en el suelo, sin sillas; de hecho, en otros talleres que he impartido ha sido así. Pero como nos levantamos y sentamos dependiendo de la actividad en muchas ocasiones, es mucho más cómodo para los adultos, siempre y cuando quede suficiente espacio libre.

Tras saludar a los niños uno por uno, siempre comienzo y termino la clase con la misma canción clase tras clase, como un ritual, el niño sabe cuándo empieza y termina. Dicha canción, hace referencia a los pies y al pulso. Si el bebé todavía no camina, será su padre o su madre quien le mueva cariñosamente los pies al ritmo de la música. Yo suelo cantarla dos veces, una al piano y otra delante de ellos, en una silla que yo coloco para mi, quedando todos en círculo.

Tras la canción de entrada, empezamos con el desarrollo de la clase, que será la misma durante varios días, lo cual, a parte de asimilarse todo mejor gracias a la repetición, le proporciona seguridad al niño, que sabe ya lo que toca y lo que tiene que hacer.

Para trabajar el esquema corporal, hay muchas canciones, rimas y masajitos que se pueden utilizar. Cuando hablo de masajes, no me refiero a los que se hacen en los cursos de masaje infantil. Aquí, se trata solamente de entrar en contacto con el bebé, acariciarlo y tocarlo al ritmo de la música según lo que se esté trabajando. La colchoneta nos sirve de gran ayuda para poderlos tumbar o sentar. Podríamos comenzar con esta rima inventada:

Me lavo la cara

y también las orejas,

froto mis ojitos

debajo de las cejas.

A medida que la recitamos, nosotros mostramos a los niños los gestos que deben hacer, en el caso de los muy chiquitines, será el padre o la madre quien se los haga, a modo de mimitos.

Es muy importante resaltar que nunca debemos de forzar al niño a hacer los movimientos, a que cante, a darle un masaje ni a nada. Si en ese momento no quiere, lo hace el adulto sin más. Muchos niños están aparentemente ausentes durante largos períodos de tiempo, pero absorben todo. No hay que preocuparse ni pensar que el niño esta distraído y que no tiene ningún interés. Tampoco diremos que lo está haciendo mal. Ya llegará el momento, dentro de unos años de ser más exigentes.

Cuando llevamos demasiado tiempo sentados, los niños se inquietan. Me siento al piano y digo..."¡Vámonos de paseo!", lo cual, les encanta. Normalmente de la mano del adulto o en sus brazos, caminamos, corremos, nos paramos o nos balanceamos según lo que haga el piano, el pandero o la música grabada. Si los padres escuchan la cadencia perfecta al piano, saben que han de dirigirse a sus sillas, y de esta forma podremos captar la atención de los niños de nuevo. Aunque la estructura de la clase es fija, hemos de ser muy flexibles. Si vemos que en ese momento están muy concentrados, podemos llevar a cabo un juego que requiera mucha atención, de lo contrario, podemos optar por otra actividad más ligera.

Son niños muy pequeñitos, habrá días fantásticos, donde se pueda trabajar de maravilla, pero también nos encontraremos con días en los que trabajar será muy difícil por múltiples razones. Es normal el llanto durante la clase; se impacientan por coger algo, no quieren dejar de hacer otra cosa... hay veces que la mano izquierda del profesor no es suficiente, por lo que los padres deben saber que si hay una pataleta muy gorda, han de salirse un momento con el niño, pues de lo contrario todos pueden acabar igual. Al ratito, salgo con una marioneta, y le digo que le echamos de menos, que vuelva.

Todos los juegos y canciones tienen un objetivo; la pulsación, el equilibrio, la coordinación, el sentido rítmico, el descubrimiento de las cualidades del sonido... Cuando el niño ya camina, normalmente se sienta en su sillita al lado del padre, pero continuamente se sube encima de él para hacer muchas actividades. Les encanta montarse a caballo, que les suban bien arriba y les bajen, que les den masajitos en la colchoneta mientras les cantan.

Aunque las actividades sean independientes entre sí, ha de haber un equilibrio en los objetivos que se persiguen; podemos encontrar en ocasiones un hilo conductor, por ejemplo, los animales de la granja:

- Escuchan los animales en silencio y señalan en una lámina cuál es el que ha sonado (timbre).

- Escuchan animales que hagan sonidos largos y cortos como la vaca y el pato (duración)

- Cantar canciones que hagan referencia a los animales: "Los patitos", "A mi mono", "La vaca Lola"...

- Nos movemos al ritmo del piano lento como un elefante o rápido como un conejo (diferentes tempos o velocidades).

- Subimos los brazos y los bajamos como una serpiente mientras hacemos glissandos (altura del sonido).

- Las claves imitan el sonido del pato, y ellos repiten ritmos sencillos (duración y sentido rítmico).

- Audición en la que nos inventamos una historia con animales y nos movemos con la musica.

Si en las clases de Música y Movimiento hemos de variar las actividades para mantener la atención de los niños, con bebés, hemos cambiar continuamente puesto que no se les puede pedir tanta concentración.

En cuanto a las canciones, siempre cantamos un mismo repertorio que poco a poco va siendo ampliado, pero sin olvidar las que se han cantado anteriormente. Las canciones que un día se enseñan, se siguen trabajando a lo largo de todo el curso, con matices diferentes y abordadas de distinta forma, de esta manera siempre hay un repertorio al que el niño puede recurrir. Si el niño es muy pequeño, es el padre quien cantará y quien le hará los gestos o pequeñas caricias según la canción o la parte del cuerpo que se está trabajando. Si el niño es más mayor y no canta o no quiere hacer los gestos, no pasa nada. Lo haremos los adultos; probablemente, el día menos pensado, en casa, el niño se soltará y cantará alguna de las canciones de clase.

Suelo cantar las canciones varias veces. Para mantener su atención, cada vez, cojo en brazos a un niño distinto. Están ansiosos por subirse y ver si les hago muchas cosquillas al final.

También enseño nanas, sobre todo cuando están los mas pequeñitos ya que, a veces, no es fácil calmarlos con una nana al final de la clase; no obstante, no hay que olvidar que luego en casa los niños juegan y cantan lo que han aprendido en clase, y los padres agradecen aprender un pequeño repertorio de nanas.

[águeda empezó las clases con cuatro meses, acompañada de su madre. Me sorprendió siempre su atención en clase. Lógicamente no hablaba, ni caminaba ni controlaba sus movimientos, pero siempre ha tenido los ojos bien abiertos en clase y una expresión de felicidad cada vez que entraba en el aula y se revolcaba en la colchoneta. Toda su familia está muy concienciada con la Educación Musical. Su hermano Daniel, tiene cuatro años y éste es el segundo año que viene a clase de música. Canta canciones a su hermana, hacen música en familia y comenta que el bebé se enfada cuando le quitan las canciones que más le gustan del CD.

Todos los días escuchamos un fragmento de música clásica de uno o dos minutos de duración. Normalmente me invento una historia o un cuento dependiendo de la estructura del fragmento. Por ejemplo, si durante esas clases toca "Caballería rusticana", los niños se suben encima de los padres porque van a montar a caballo. Los padres colocan delante dos dedos a los que se agarran los niños a modo de riendas, y empiezan a montar a caballo durante la primera parte. Posteriormente, los padres les cogen de la cintura y los balancean de un lado a otro, o hacia delante y hacia atrás, dependiendo del fragmento. En la parte final, el caballo se vuelve loco y han de luchar por no caerse... Conclusión: escuchan música clásica de forma amena y se lo pasan pipa.

Entre las actividades que realizamos, como indiqué antes, solemos movernos al ritmo del piano, caminando, corriendo, balanceándonos... Muchas veces trato de tocar un fragmento de la audición que van a escuchar después, de esta forma les prepara para la actividad y la grabación les resultará más familiar.

Al final de la clase, reservo un tiempo para que los bebés, en la colchoneta, puedan jugar con los instrumentos libremente, siempre bajo la supervisión del adulto, puesto que los más pequeños querrán chuparlo todo. Pongo unos cuantos instrumentos que hayamos visto en la clase y ellos escogen el que quieran, lo exploran y se lo cambian entre ellos; un carrillón, un pandero, unos cascabeles, crótalos... Después de un tiempo en el que he tratado de captar su atención lo más posible y de que estuvieran concentrados, este ratito les permite disfrutar a sus anchas.

Con estas líneas no he pretendido hablar exhaustivamente a cerca de la música en los primeros años de vida. Espero haber acercado mi trabajo y mi punto de vista a todas aquellas personas interesadas en el papel de la música en niños muy pequeños y haber despertado el interés a todas las personas que tienen bebés a su cargo.